El presidente estadounidense Barack Obama otorgó el indulto a 214 prisioneros federales por delitos comunes. Gran parte de los delitos cometidos por los prisioneros indultados es por tráfico de drogas ilícitas. Entre ellos hay un puertorriqueño y otro sujeto cuyo delito de narcotráfico fue cometido en Puerto Rico. Sin embargo, al prisionero político puertorriqueño Oscar López Rivera no lo indultó.

López Rivera, quien lleva 35 años encarcelado, muchos de esos años aherrojado en solitaria, es el prisionero por razones políticas de más larga duración tras barrotes. Incluso, más tiempo encarcelado que Nelson Mandela, a cuya celda donde estuvo encarcelado que ahora es un monumento en Sudáfrica, el presidente Obama lo visitó en homenaje a su gesta libertaria contra el apartheid.

Es indigno y humillante que ese mismo presidente de Estados Unidos no haya ni siquiera querido ejercer la potestad conferida con su mandato en Washington de poder indultar a López Rivera, no ya en un homenaje merecido a su gesta libertaria a favor de su patria sometida al coloniaje, sino como un acto humanitario.

Los 214 confinados federales cometieron delitos aborrecibles, tales como narcotráfico, que malean la vida y dañan la salud de jóvenes y adultos. Y para ellos sí hubo misericordia del presidente Obama. Empero, para López Rivera no se conmiseró. No se le movió ni una fibra de su interior. No por piedad, porque López Rivera no debe ser objeto de piedad, sino de admiración y orgullo. Más bien, por respeto a un pueblo que los propios poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo de Estados Unidos han determinado que es una colonia sometida a los poderes plenarios del Congreso de Estados Unidos.

Fue contra eso que López Rivera es acusado por lo que pudiera considerarse por cualquier persona de mente liberal una triquiñuela jurídica, como lo es la ambigüedad del delito de “conspiración sediciosa”. No obstante, para otras personas, lo que pudiera constituir una canallada igual a la que se hubiera incurrido contra los libertadores de la nación estadounidense. No por haber cometido delito alguno contra la vida o la propiedad. Simple y llanamente por lo que sus carceleros consideran es un delito: “conspirar de manera sediciosa” para alcanzar la independencia de su Patria, a lo que tiene derecho cualquier ser humano digno.

Mandela fue el prisionero número 46664. Oscar López Rivera es el prisionero 87651-024. Mandela estuvo 27 años y medio en prisión. Oscar López Rivera lleva 35 años de encierro, 12 de los cuales los pasó en solitaria aherrojado en calabozo.

López Rivera, el prisionero 87651-024, no pierde la esperanza de pisar nuevamente algún día el suelo que le vio nacer, su San Sebastián natal, y el lugar donde desde la diáspora pudo entender la realidad colonial de su patria: la ciudad de Chicago.

A diferencia de Mandela, la distancia ha sido la única constante en la vida de López Rivera: distancia de su familia, distancia de sus amigos y distancia de su lar nativo.

El gobierno de Estados Unidos se ha ensañado con él. Saña por el único delito de luchar por la independencia y soberanía de su patria: Puerto Rico.

Sin embargo, para el presidente Obama y sus esbirros en Estados Unidos, López Rivera no tiene nombre. Su única identidad para ellos es el prisionero 87651-024. Creen haberle robado su identidad y el tiempo con aherrojarlo en una prisión. Se equivocan. Él ya lo ha advertido: “me tienen preso, pero el tiempo va a ser mío”. ¡Claro que sí! El tiempo es totalmente suyo y de todo un pueblo: porque su tiempo es parte de la historia de una nación. Su tiempo, sus 32 años en prisión, pertenecen también a un pueblo que le espera con añoranza.