violencia

Dos policías resultaron heridos recientemente, uno de ellos de gravedad, al acudir a un residencial de Las Piedras. El día antes, un agrio incidente en la Sala de Emergencias del Hospital Regional de Bayamón entre una doctora y los pacientes que esperaban por servicios médicos puso en evidencia los bajos niveles de tolerancia que cada día se evidencian en nuestra sociedad.

Los policías no debieran salir de su casa a morir desempeñando su trabajo. Aunque es una realidad que no está ausente de su ambiente de trabajo, siempre deber ser la última de las opciones en su lucha por hacer cumplir la ley. El trabajo policial debe estar centrado en la prevención, mediante la vigilancia de la investigación y el procesamiento de los que delinquen.

No pasa una semana sin que la Policía de Puerto Rico tenga que enfrentar actos de violencia en su contra. Esta realidad nos levanta la seria preocupación de que en un futuro, cada día más cercano, el cuerpo de seguridad del país acuda a los llamados de la ciudadanía arma en mano, dando lugar a nuevas y más graves confrontaciones.

De igual manera, nos preocupa la forma hostil, de parte y parte, en que se desarrolló el incidente entre la doctora y los pacientes en la Sala de Emergencias del Hospital. Este incidente, como los ataques violentos que enfrenta la Policía y la creciente ola de delitos que vivimos a diario, nos obliga a buscar una explicación racional para las reacciones cada día más violentas de la ciudadanía

No podemos continuar haciéndonos los desentendidos, mirando para otro lado, y no reconocer que existe un grave problema de salud mental que trasciende todos los niveles sociales del país. La frustración de no ver nuestras necesidades básicas satisfechas, la presión que todos experimentamos al no contar con un empleo seguro para garantizar el bienestar personal y familiar, el empobrecimiento de la oferta de servicios que tradicionalmente ofrecía el Gobierno y la inseguridad que genera en toda la población una depresión económica que apunta ya al octavo año erosionan nuestra temperancia individual y colectiva.

La ausencia de una dirección firme del país por parte de los gobernantes y la profundización de la crisis fiscal tampoco contribuyen a sembrar alguna esperanza en el pueblo puertorriqueño en cuanto a que la situación habrá de mejorar a corto plazo.

Desde nuestras posibilidades como sindicato hacemos un llamado a las autoridades y a la ciudadanía a buscar un espacio de razonamiento que nos devuelva la confianza en nosotros mismos; en la posibilidad de reconstruir al país como un primer paso para ponerle freno a la conducta violenta que hoy parece ser la única respuesta a la desesperación en la que vivimos.