El precio de las medicinas no se rige por las leyes de la demanda y la oferta que supuestamente regulan un mercado de libre competencia. Un medicamento puede venderse en millones de unidades y tener el precio más alto que la farmacéutica productora del mismo imponga. Sobretodo, si el mismo se está produciendo en el término de exclusividad que la legislación existente le confiere a la farmacéutica que desarrolló tal medicamento. Luego de expirada esta etapa monopolística, dicho medicamento podrá ser preparado por otras compañías farmacéuticas, lo que teóricamente debe dar lugar a que baje el precio del mismo para los consumidores.
Si usted puede pagar el medicamento durante su etapa de lanzamiento y exclusividad obtendrá los beneficios que el mismo pueda aportar a su salud. Si lamentablemente usted no cuenta con los recursos económicos para adquirir dicho medicamento, su estado de salud continuará deteriorándose o tendrá que conformarse con usar otro medicamento que sea accesible a su bolsillo, si el mismo estuviera disponible. Tal y como funciona actualmente el mercado de la salud, fundamentado en la obtención de ganancias, los medicamentos, los métodos diagnósticos y los tratamientos de avanzada están reservados para los que tengan los recursos económicos para pagarlos.
Los avances en la investigación, el desarrollo de modernos y eficientes sistemas de producción, el acceso global a las materias primas y los avances tecnológicos aplicables a la industria farmacéutica, no han tenido ningún impacto positivo en los costos de los medicamentos. Todo lo contrario. Diez años atrás usted compraba un sobre de dos tabletas de un conocido analgésico que no irrita el estómago por diez centavos. Hoy, ese mismo sobre de dos tabletas, le cuesta 45 centavos.
Así ha sucedido con medicamentos, de los llamados de marca, que nuestros padres utilizaron para tratar sus dolencias y cuyo precio era, a lo sumo, de 25 centavos la tableta y cuyo costo al día de hoy es de un dólar y cincuenta centavos. Un solo ejemplo puede ilustrar nuestra afirmación. Las tabletas de colchicina, que se utilizan para aliviar los ataques de gota, se vendían unos años atrás a cinco centavos y hoy usted no las consigue por menos de cinco dólares cada una.
La mayoría de nosotros hemos sido obligados a utilizar los medicamentos llamados genéricos para poder reducir los altos costos de mantenernos saludables. Se supone que estos medicamentos puedan ser adquiridos a una fracción de lo que cuestan los llamados de marca. Sin embargo, como reseñó la prensa durante la pasada semana, el precio de estos medicamentos ha venido incrementando casi en la misma medida que todos los productos y servicios relacionados con la conservación y la búsqueda de la salud. Para que se tenga una idea de lo que puede significar este aumento, nos valemos otra vez de un ejemplo. El antibiótico genérico Doxycycline Hyclate de 100 mg cada tableta, en frascos de 500, costaba en octubre del 2013 , $20. En abril de 2014, su costo es de $1,849. Un aumento del 8,231%.
En el mercado actual están disponibles unos 12,000 medicamentos genéricos para atender múltiples condiciones de salud. Su mercado se calcula en miles de billones de dólares con los precios reducidos de unos meses atrás. De continuar la tendencia actual los integrantes de la Asociación de Productores de Medicamentos Genéricos podrían ver aumentadas sus ganancias al mismo nivel que actualmente las obtienen las casas farmacéuticas que originan los productos de marca.
El escándalo que ha generado este aumento desmedido de precios ha provocado una investigación del Congreso de los Estados Unidos. En nuestro país, mucho más pobre que los Estados Unidos y en medio de una crisis económica sin paralelo en nuestra historia, el Departamento de Asuntos al Consumidor no asume ningún liderato para la protección de la ciudadanía. La salud es un derecho, no un privilegio de los ricos y poderosos. Si no tomamos medidas urgentes para controlar de verdad los precios de las medicinas, las de marca y las genéricas, acabaremos sufriendo las consecuencias.
Valga señalar, porque en DACO la soga siempre parte por lo más finito, que el control de costos tiene que darse a nivel de los manufactureros de los medicamentos. Las farmacias de la comunidad ya no aguantan un recorte más en sus beneficios. Les basta y les sobra con los abusos y atropellos impuestos por las aseguradoras de servicios de salud con la evidente anuencia de la figura del Comisionado de Seguros.
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