Manuel

Hay dos lecciones fundamentales que hemos recibido de la presente jornada de lucha. La primera, y probablemente la más importante, que los trabajadores del sector público hemos estado perdiendo una preciosa oportunidad de llevar ante la consideración del pueblo al que servimos la realidad de los centros de trabajo en los que nos desenvolvemos, sus limitaciones, su potencial real para atender sus necesidades y la realidad de nuestros salarios y condiciones de trabajo.

El establecimiento de una efectiva comunicación habría dado lugar a un entendimiento más cabal de nuestra resistencia a las detrimentales condiciones de trabajo que se nos han impuesto y a la reducción de nuestros ingresos mediante la Ley 66 del 17  de junio de 2014.

Una segunda lección que no debemos, ni podemos,  pasar por alto en una próxima coyuntura es permitir que las estructuras de poder político adelanten los objetivos de la clase patronal sin experimentar  inmediatamente la más contundente oposición de la clase trabajadora.

Es importante que críticamente reconozcamos que hemos sido muy poco innovadores en nuestra comunicación directa con la clientela a la cual servimos. Nuestros mensajes regularmente llegan a la matrícula de  los sindicatos y solo en contadas ocasiones, a la gente que le servimos todos los días.

Esta ausencia de comunicación y vinculación es la que ha permitido que, mediante una efectiva campaña de manipulación mediática,  la clase patronal haya convertido  a amplios sectores de nuestro pueblo, en la mayoría de los casos servidores públicos como cada uno de nosotros, en los  principales antagonistas de nuestra resistencia a la Ley de Sostenibilidad.

Si los otros trabajadores que nos visitan a diario y  que en su conjunto forman eso que en abstracto llamamos pueblo, supieran de las luchas que hemos tenido que dar, de los sacrificios que hemos tenido que hacer. de las largas horas y recursos que se invierten en la negociación colectiva y de los beneficios que le reportaría a ellos  si también se organizaran sindicalmente, le hubiera sido muy difícil al sector patronal sembrar su idea de que somos unos privilegiados. Aún cuando contaran con los analistos que le sirven de voceros.

La lección está aprendida y es momento de innovar. Hay que comenzar a llevar nuestro mensaje a cada cliente de las  agencias de gobierno. A cada empleado público su sindicato tiene la responsabilidad de educarlo para que, en conjunto con la prestación de un servicio de excelencia, le haga saber al cliente la realidad de su centro de trabajo, el esfuerzo personal que se pone en proveerlo y las condiciones en que se desarrolla. Oportunamente debemos circular información, dirigida al público que asiste a los centros de servicio, para que conozcan de primera mano la labor social que realiza el sindicato y el potencial que como alternativa organizativa puede brindarle.

Lo anterior tiene que complementarse con la toma de consciencia sobre la forma en que se tratan de imponer las políticas neo liberales. Creación del caos, inhabilitación de los centros de trabajo, campañas mediáticas donde se presenta como crítica una situación y la presentación de la alternativa de la empresa privada o el recorte laboral, como alternativas únicas. Ante el primer signo del trillado proceso, se impone la más contundente oposición y el firme compromiso de no dar paso a la próxima etapa.

Debería cerrar esta nota con otra verdad necesaria al proceso y no voy a dejar de mencionarlo aunque resulte repetitivo. En esta coyuntura la clase patronal ha logrado también dividirnos. Si en algún área nos resulta necesario innovar es en la de encontrar nuevas formas para construir la necesaria unidad.