AEROPUERTO_LMM__3

Puerto Rico está desintegrándose con un éxodo masivo a Estados Unidos. Su diáspora en territorio estadounidense sobrepasa por mucho a la población isleña en el Caribe. Unos cinco millones en Estados Unidos frente a 3.5 millones en Puerto Rico. Y el éxodo masivo continúa.

La pérdida de población desde el año 2010 ha implicado una merma económica de $259 millones anuales para Puerto Rico. Ese es el estimado que hace el catedrático de economía de la UPR en Mayagüez, José Alameda, para el Nuevo Día.

El cálculo del economista está basado en la conjugación de las más reciente cifras de cambio poblacional del Negociado del Censo, el salario promedio de los puertorriqueños, la tasa de desempleo, la proporción de emigrantes en edad productiva y el período usual de laboral de 40 horas semanales.

Puerto Rico agoniza a ciencia y paciencias de sus políticos. Y por el carácter pacato de su gente. No ha habido voluntad para producir un cambio radical del paradigma económico y político del país. Han comprado la barriga de gran parte de los puertorriqueños que se quedan en el país con trasferencia de fondos federales, principalmente para programas de asistencia social. El resto de sus necesidades económicas las cubre los ingresos que genera el narcotráfico. Es decir, Puerto Rico agoniza placenteramente.

Sus jóvenes profesionales con aspiraciones de una vida mejor se marchan del país. Toda una generación productiva emigra. Y el país envejece demográficamente. Pero también envejece política, económica y socialmente. Envejece, en fin, su espíritu nacional, mientras se deshace como país.

El periodo 2013-2014 registró la migración más alta desde el último censo poblacional que se hizo en el pequeño archipiélago de una isla grande y sus dos islitas pequeñas habitadas en el Este.

Un total de 218,137 puertorriqueños han abandonado Puerto Rico durante los pasados cuatro años Son cifras angustiosas que ofrece el Centro de Información Censal (CIC) ubicado en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Cayey. Las cifras, fueron obtenidas por el CIC de los estimados poblacionales publicados recientemente por el Negociado del Censo Federa (NCF).

Según estos datos censales, durante el 2010-11, la emigración neta se estimó en 28,391 individuos. Para el 2011-12 subió a 38,364 y para el 2012-13 fue de 45,764. Desde el 2010 a julio de 2014 se han ido de Puerto Rico 218,137 personas. Se cierra la brecha entre nacimientos y muertes. El éxodo sigue y su población decrece.

Se deshace y decrece también su economía. Puerto Rico ha dejado de ser el país productivo que fue. Continúa el cierre de fábricas extranjeras que habían invertido en su territorio. Se van. No hay una industria nativa sólida que las sustituya. Con el proceso de industrialización en la segunda mitad del Siglo 20 se abandonó la agricultura. Queda de ella muy poca.

Con una tasa oficial de desempleo que fluctúa por tiempo entre el 13 y el 14 por ciento y una tasa de participación laboral que es una de las más bajas del mundo (entre 39 y 40 por ciento), Puerto Rico se ha reducido a un mercado de consumo. Su extensión de piso de los centros comerciales construidos en su territorio, ascendente a tres millones de metros cuadrados, constituyen el equivalente a un metro cuadrado de piso comercial casi por cada habitante. Un culto al hedonismo consumista.

Estudios económicos de los expertos estiman que la economía informal en Puerto Rico pudiera ascender a $14,000 millones anuales. Por su parte, el economista Elías Gutiérrez ha estimado que el narcotráfico pudiera generar entre unos seis y unos nueve mil millones de dólares al año (el 64% de la economía informal).

Como bien alega el profesor de Finanzas, Fernós Segabién, en la medida en que la actividad económica derive en menos producción de bienes y en más actividad de servicios, como lo es el comercio, se irá generando en Puerto Rico una burbuja artificial por las presiones que supone el consumismo a todos los niveles.

Para que la situación de Puerto Rico cambie hace falta férrea voluntad, echando a un lado esa actitud pacata de los puertorriqueños.