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Si los trabajadores puertorriqueños, especialmente los del sector público, están esperanzados en que un cambio de gobierno hacia el Partido Nuevo Progresista va a mejorar sus condiciones de empleo realmente están soñando con pajaritos preñados. Las propuestas laborales hechas públicas por el hijo del mesías no dejan lugar a dudas de que, en términos de impulsar las nefastas políticas neo liberales, tanto el Partido Popular Democrático como el Novoprogresista son exactamente iguales. Su compromiso es con los grandes intereses y su visión de la clase trabajadora es la de que somos unos tontos útiles que le damos el poder de administrar el país para ellos defender los intereses del capital que financia sus campañas.

Su propuesta del Gobierno como un Empleador Único no difiere en una milésima de lo que hoy pretende hacer la Oficina de Gerencia y Presupuesto con la transferencia de empleados de una agencia a otra, según lo determinen sus directivos. Nada nuevo aporta el muchacho.

Cuando se le pregunta por los derechos que garantiza la negociación colectiva, su respuesta es más que elocuente. Diciendo sin decir, arte de los politiqueros, señala que la cosa “no va a ser fácil” y concluye que a los que no se adapten a la nueva realidad de pérdida de derechos, la puerta está abierta para que se vayan a retiro o a la calle. En pocas palabras, la sindicalización gubernamental dejará de existir.

A lo anterior le suma la privatización de la administración de las escuelas, consolidación de agencias, la transferencia de funciones del gobierno a la empresa privada, y la entrega del país al sector privado y a las archiconocidas organizaciones de base comunitaria. Y si usted estaba pensando que con un cambio de gobierno se ahorraba el sufrimiento, el candidato no le engaña, le dice sin sonrojo alguno que “hay que tomar decisiones, habrá incomodidades y puede que exista sufrimiento”. ¿Alguna diferencia con la realidad actual o con la propuesta de desarrollo económico que ha presentado el Partido Popular? Yo no sé usted, pero yo no veo ninguna.

Para reafirmar que entre ambas formaciones políticas no hay mayores diferencias, el hijo de las células madres adopta el discurso de la actual administración PPD y dice que él “no va a botar a nadie”. Claro que no, él -al igual que la actual administración- se ocupará de crear las condiciones para que 80,000 personas al año se vayan solitos al exilio buscando una oportunidad de sobrevivir. Ya mismo lo escucharemos diciendo que no va a mirar atrás. Ninguno de los dos partidos lo hace porque los obligaría a ver la miseria que dejan a su paso y a reconocer la cuantía de la corrupción que sus acciones generan.

Cuando abordamos el problema sobre la posición que debemos adoptar los trabajadores ante la miserable perspectiva electoral que tenemos de frente usualmente nos quedamos en la denuncia de lo que hacen los dos partidos principales. Del Partido Independentista no podemos hablar porque si esta formación política tiene algo para ofrecerle a la clase trabajadora del país, no se lo ha dicho a nadie. Como tampoco ha presentado una propuesta coherente y detallada para resolver la crisis fiscal y económica que nos azota desde hace una década.

Las emergentes formaciones políticas hacen un gran esfuerzo por proyectar sus alternativas, pero realmente no logran alcanzar con sus ideas a los más amplios sectores del país. La organización, herramienta fundamental para lograr cambios verdaderos, es un instrumento que nadie quiere tomar en las manos o para su manejo efectivo parece que
muy pocos tienen las destrezas.

Sin embargo, los trabajadores que todavía creen en el voto como instrumento de cambio tendrán que afinar su lápiz y dedicarse a seleccionar a aquellas personas que hagan un compromiso de honestidad, demuestren capacidad y tengan como norte defender los intereses de la clase trabajadora. La elección será difícil, pero no hay de otra. Lo que no podemos hacer es darnos el lujo de mirar cómo pasa el féretro de nuestros derechos y nuestras conquistas frente a nosotros sin hacer algo para evitarlo.

Los trabajadores afiliados al PNP tienen una alternativa a la mano para frenar a este pichón del capital. Pueden derrotarlo en las primarias internas de su partido. El problema estriba en que las otras alternativas a la mano no hacen mucha diferencia. Realmente es como escoger entre tomar la cicuta, la inyección letal o la silla eléctrica.